Las pesadillas: causas, interpretación y tratamiento

Las pesadillas son un trastorno del sueño en que se producen ensueños protagonizados por el miedo y la ansiedad que provocan una fuerte respuesta emocional en el soñador, tanto que en ocasiones terminan despertándole.

Si su manifestación es frecuente e interrumpe la vida cotidiana del individuo, pueden considerarse un trastorno del sueño. De lo contrario, tener pesadillas es algo común. Las causas que las producen pueden ser físicas —fiebres o malas posturas al dormir— o fisiológicas —estrés, ansiedad, ingesta de drogas opioides—. También irse a dormir poco después de haber comido, con el metabolismo del cuerpo y la actividad cerebral en pleno rendimiento, puede originar pesadillas.

Las pesadillas aparecen durante la fase REM (Sueño de Movimientos Oculares Rápidos), al igual que otros sueños elaborados. Son más habituales en la segunda mitad del tiempo dedicado al descanso, cuando el cuerpo ya se ha recuperado suficientemente, aunque también puede presentarse en la fase II del sueño, es decir, pocos minutos después de habernos ido a la cama.

No han de confundirse las pesadillas con los «terrores nocturnos», producidos en la fase III del sueño NREM (sueño profundo), previa a la fase REM. Los terrores nocturnos son naturales durante el crecimiento de los niños, como por ejemplo esas pesadillas en que los niños creen ver fantasmas en su dormitorio. Entre los 4 y los 12 años, las pesadillas y los terrores nocturnos son habituales. Luego, su frecuencia decrece según la edad avanza.

Interpretación psicológica de las pesadillas

En general, las pesadillas manifiestan una descompensación en la psique, un aviso de que el subconsciente debe ser escuchado. Constituyen lo más primitivo que queda en nosotros de nuestro instinto de supervivencia. Algunas teorías sugieren que hace decenas de miles de años, cuando el surgimiento de la consciencia comenzaba a atrofiar el subconsciente, nuestra psique entrenaba nuestros impulsos para que reaccionasen de una manera determinada en una situación de extremo peligro. Es el residuo de esa especie de campo de pruebas instintivo lo que ha llegado hasta nuestros días.

El miedo a lo desconocido es el principal enemigo del conocimiento, entendido éste como consciencia de uno mismo, es decir, autoconocimiento. Y eso implica la integración de nuestra cara oculta, de las particularidades inconscientes de nuestra psique. Las pesadillas y otros materiales traumáticos son el precio implícito que hay que pagar por ese conocimiento.

Las pesadillas manifiestan crisis inconscientes sin resolver, y se sirven de nuestro temor irracional a la muerte para mostrarnos la parte enferma de nuestra psique. Así se asegura de que el mensaje llegue a su destino. Toda pesadilla es en esencia perturbadora, y la única manera de hacerlas desaparecer es enfrentarse directamente al conflicto, es decir, asimilarlo.

Existen dos vías para tratar las pesadillas, una consciente y otra inconsciente, ambas complementarias:

Concienciación del problema. El paciente debe darse cuenta por sí mismo de la naturaleza del conflicto y aceptar el tratamiento que lo lleve a la curación.

Trabajo a nivel inconsciente. La otra, por el contrario, transcurre en el hemisferio inconsciente, y consiste en el enfrentamiento simbólico dentro de la propia pesadilla con la entidad que nos provoca el miedo.

Enfrentamiento simbólico dentro de la propia pesadilla

No suele ser lo común, pero es posible sustraerse al miedo dentro de la pesadilla y plantarle cara. Ante la agresión, la naturaleza nos ha transmitido durante millones de años dos reacciones instintivas: la huida mediante el miedo y la lucha por la supervivencia mediante la cólera. Ambas reacciones han sido plasmadas en nuestras pesadillas más recurrentes como un resorte básico.

Es frecuente que en nuestros sueños desarrollemos más la opción de la huida en lugar de luchar contra el elemento hostil. Huir es la tentativa de hacerse inaccesible al enemigo. Tanto huir como luchar obedecen a comportamientos instintivos.

Lo que se busca con el tratamiento de las pesadillas es una respuesta más elaborada que sea capaz de atravesar las capas inferiores de la psique. El subconsciente sólo entiende la metáfora, y de ese modo se expresa. Si lo que pretendemos es remitirle nosotros un mensaje, debemos hacerlo en un código que pueda descifrar. Los símbolos. La única forma de contrarrestar los efectos de la pesadilla dentro de la propia pesadilla sería dominar nuestro miedo, dejar de correr y esperar la ofensiva del desconocido. Conocer la verdadera naturaleza del monstruo neutraliza el terror que nos provoca. En ese instante, el enemigo se esfuma.

Imagen de portada: ‘Las almas en el río Aqueronte’, de Adolf Hirémy-Hirschl (1898).

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