El sueño o «acto de dormir»: definición, funciones y fases
El término «sueño» proviene de la palabra latina somnus, cuyas derivaciones podemos encontrar en castellano en sustantivos como «somnolencia», «sonambulismo» o «somnífero». El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua hace distinción entre sus denotaciones referidas al «acto de dormir» en sí y a los «sucesos o imágenes que se representan en la fantasía de alguien mientras duerme». Esta segunda definición se corresponde con «ensueño», que ayuda a diferenciar la ambigüedad del término.
El «acto de dormir»
El sueño constituye un estado de reposo y de regulación fisiológica del organismo frente al estado de vigilia. Cuando duerme, el cuerpo descansa y modifica sus procesos internos: baja la presión sanguínea, la respiración se relaja y adquiere un ritmo pesado, la consciencia −aparentemente− se anula y la respuesta del individuo ante estímulos externos decrece.
En la tradición hindú se describen tres estados mentales del hombre: la vigilia o vaiswanara, el terreno de los sentidos, en el que se es consciente de los objetos externos; dormir con sueños o taijasa, donde se es consciente de los sueños, en los que la memoria juega un papel fundamental; y dormir sin sueños o prajna; un territorio donde reina la inconsciencia, desapareciendo memoria y pensamientos.
Estos tres estados de consciencia coinciden con los tres estados comúnmente aceptados por la ciencia: estar despierto, sueño paradójico o REM (Rapid Eye Movement, movimientos oculares rápidos en inglés) y sueño ortodoxo o NREM (sin movimientos oculares rápidos). A lo largo de la noche se producen ciclos de sueño de unos 90 minutos que se repiten hasta que despertamos, de manera que en 8 horas de descanso podemos tener unos 4 ó 5 ciclos consecutivos. Por término medio, los primeros 70 minutos suelen ser de sueño NREM y el resto de sueño REM.
Sueño NREM
Durante la vigilia, la actividad cerebral obedece al estado denominado Beta, caracterizado por ondas asincrónicas de alta frecuencia (12-30 Hz). Sin embargo, al cerrar los ojos y abandonarnos al descanso, aparece un patrón llamado Alfa, de ondas de amplitud onda alta y regular (8-13 Hz). A partir de aquí comienza el individuo comienza a dormir en fases cada vez más profundas en las que apenas hay movimiento ocular:
– Fase I del NREM (sueño ligero). Del mero reposo se pasa a dormir. Desaparece el patrón Alfa y se llega al patrón Theta, con ondas de amplitud baja y frecuencia mixta (2-7 Hz), con movimientos oculares lentos característicos «en balancín».
– Fase II del NREM. Similar a la anterior, pero aparecen los husos de sueño: descargas de alta frecuencia y de duración corta con una amplitud característica con subidas y bajadas. No existe actividad ocular.
– Fase III del NREM (sueño profundo). El patrón pasa a Delta, dominado por ondas amplias y lentas (0,5-2 Hz). Puede haber husos del sueño y no existe actividad ocular. Esta última fase se denomina sueño de ondas lentas (SOL) o sueño profundo.
Sueño REM
Posterior al NREM, se trata de la última fase del ciclo de sueño, cuya particularidad reside en que se reactiva la actividad cerebral y se producen movimientos oculares rápidos, muy similares a los producidos durante la vigilia, por lo que también se lo conoce como sueño MOR (Movimientos Oculares Rápidos). Otros nombres que recibe son «sueño paradójico» o «sueño desincronizado». En este estado, el electrocardiograma presenta un patrón de ondas de baja amplitud y de frecuencia mixta muy parecido al de la fase I del NREM, pero de actividad más lenta (3-5 Hz) con ondas con forma de diente de sierra. A pesar de la creciente actividad cerebral, no se traduce en movimientos corporales. La atonía muscular y la parálisis motora se mantienen. Es en esta etapa cuando tienen lugar las ensoñaciones.
En unas 8 horas de sueño, como ya se ha adelantado, se producirán 4 ó 5 ciclos de una duración variable de entre 90 y 120 minutos. En el transcurso de cada uno de estos ciclos, la vigilia (fase I) da paso a la somnolencia (fase II), a continuación al sueño profundo (fase III) y finalmente al sueño REM. La duración en un adulto suele coincidir con estos porcentajes: Fase I (5%), Fase II (25%), Fase III (45%) y Fase REM (25%).
Durante el sueño, el cerebro se repone de la vigilia y reestructura sus funciones tanto a nivel físico como a nivel cognitivo. En el sueño profundo (Fase III NREM) tiene lugar la restauración física, y a continuación, durante el sueño REM, la restauración cognitiva, en la que intervienen los procesos mentales de aprendizaje, memoria y concentración.
Dentro de cada ciclo, la duración de cada fase varía a lo largo de la noche. En los primeros ciclos, cuando el cuerpo necesita descasar fundamentalmente, la descarga de sueño REM es muy breve, favoreciendo la restauración física del cerebro propia del sueño NREM, que acapara la práctica totalidad de estos ciclos más tempranos. A medida que transcurren las horas y el organismo descansa, las fases REM de cada ciclo aumentan de duración.
Concluido un ciclo, el cerebro experimenta un cambio en su química y los procesos se reinician. El sueño REM da paso de nuevo al NREM y es normal que el cuerpo, sin despertarse del todo, demande un cambio de postura en la cama.
Función del sueño
El sueño constituye una función biológica vital, al igual que la nutrición, la relación o la reproducción. Si no duerme, el organismo muere. Tiene, además, una función fisiológica reparadora del cuerpo y complementaria a la vigilia, es decir, se duerme para poder estar despierto.
Fundamental en la eliminación de residuos de células cerebrales, durante el sueño el sistema glinfático (el sistema linfático del cerebro) se pone en funcionamiento hasta diez veces más si se lo compara con su equivalente durante la vigilia. Además de causar esta limpieza, el sueño provocaría una contracción de las células cerebrales que permitiría que el líquido cefalorraquídeo circulara con más fluidez entre los tejidos. Finalmente, se están llevando a cabo estudios que aseguran que el sueño es indispensable para el asentamiento y consolidación de la memoria.
Imagen de portada: ‘En los brazos de Morfeo’, de Sir William Ernest Reynolds-Stephens (1894).