El sueño o «acto de soñar»: definición y etapas biológicas
Aunque suele usarse el término «sueño» como correspondencia al «acto de soñar», éste puede confundirse con el «acto de dormir». Para evitarlo, deberíamos hablar de «ensueño», es decir, esa manifestación mental de imágenes, sonidos, pensamientos y sensaciones asociadas a la memoria que tiene lugar cuando dormimos. Cuando hablamos de los «sueños» o «ensueños», aplicamos el adjetivo «onírico», cuya etimología proviene del griego ónar, que, de nuevo, significa «ensueño».
Los «sueños» son fenómenos mentales involuntarios en los que se reelaboran los contenidos de la memoria más reciente, manifestándose en forma de estímulos visuales, auditivos y sensibles en ocasiones sin aparente coherencia. Al despertar, el individuo suele olvidar la práctica totalidad del sueño y como mucho apenas queda una imagen, un sonido o una idea de lo soñado. En ocasiones excepcionales, podemos llegar a retener escenas oníricas verdaderamente prolijas, con personajes, escenarios y objetos que participan en complejas tramas dramáticas.
Como ya se explicó en otro artículo, la tradición hindú describe tres estados mentales del hombre: la vigilia o vaiswanara; dormir con sueños o taijasa; y dormir sin sueños o prajna, que se corresponden con los estados de consciencia reconocidos por la ciencia: vigilia, sueño REM y sueño profundo.
Investigaciones al respecto han revelado que pueden producirse sueños en todas las etapas del sueño, incluso en las más tempranas. No obstante, los sueños más susceptibles de ser recordados son los que tienen lugar durante la fase REM (o MOR, en castellano, Movimiento Ocular Rápido), es decir, en el último tramo de cada uno de los ciclos de sueño que experimentamos a lo largo de la noche.
Los ensueños en cada una de las fases del sueño
A lo largo de la noche se producen ciclos de sueño de unos 90 minutos que se repiten hasta que despertamos, de manera que en 8 horas de descanso podemos tener unos 4 ó 5 ciclos consecutivos. Por término medio, los primeros 70 minutos suelen ser de sueño NREM (No hay Movimiento Ocular Rápido) y el resto, de sueño REM (Movimiento Ocular Rápido).
– Fase I del NREM (sueño ligero). Del mero reposo se pasa a dormir. Se producen movimientos oculares lentos característicos «en balancín» y ensoñaciones cortas muy vívidas, con imágenes en color muy detalladas.
– Fase II del NREM (sueño superficial). No existe actividad ocular. El descanso tampoco es totalmente reparador.
– Fase III y IV del NREM (sueño profundo). El organismo descansa y se recupera tanto física como psíquicamente. No hay, pues, ensoñaciones en esta fase, pero de haberlas, se presentarán como juegos de formas y luces. También ocurren fenómenos como las mioclonias (sacudidas de las extremidades acompañadas de sensación de caída), el sonambulismo y las pesadillas con sensación de muerte inminente sin ensueño.
– Fase REM. Se trata de la última fase del ciclo de sueño, cuya particularidad reside en que se reactiva la actividad cerebral y se producen movimientos oculares rápidos, muy similares a los producidos durante la vigilia. Es en esta etapa cuando tienen lugar las ensoñaciones ricas en contenido y sensaciones. El cerebro elimina la emisión de señales eléctricas a la médula espinal y se produce una parálisis motora que imposibilita los movimientos mientras soñamos. Los sueños que tienen lugar en la fase REM son tan vívidos que, si nos despertamos en mitad de esta etapa, es probable que recordemos parte de lo soñado.
Las fases biológicas del sueño y su relación con la edad
Numerosos estudios al respecto han demostrado que la fase REM decrece a medida que cumplimos años. En recién nacidos, apenas existen dos fases: el sueño profundo y el REM, de manera que el aprovechamiento del descanso sea máximo. El motivo es fundamentalmente evolutivo, ya que el niño necesita alimentarse con frecuencia. Por esto, el bebé debe dormir durante breves lapsos de tiempo, y en esos lapsos debe concentrar todas las funciones restauradoras del sueño. En particular, la fase REM ocupa más de la mitad de tiempo del descanso del recién nacido. De esta manera, asumiendo que el niño pasa casi todo el día durmiendo, podemos afirmar que durante nuestros primeros meses pasamos la mitad del tiempo soñando.
En los adultos, la fase REM suele ocupar entre un 20% y 25% de su sueño, pero la proporción va reduciéndose según envejecemos.
Imagen de portada: Esquema de las etapas del sueño.