El símbolo y su análisis en la interpretación de los sueños

El símbolo ocupa un lugar central en la interpretación de los sueños. Es un puente entre el inconsciente y la consciencia. Jung lo definió en alguna ocasión como «equilibrador de la libido», entendiéndose libido como la energía psíquica en general, no meramente sexual (como postulaba Freud). Es el vehículo comunicacional más básico. Se trata, pues, de la mejor forma de expresión de un contenido no conocido, cuyo significado trasciende cualquier formulación lingüística, ya que poseen simultáneamente una doble naturaleza: de expresión y de impresión. Mediante su imagen, el símbolo expresa plásticamente una realidad psíquica que puede hacerse consciente de manera intelectual; pero también imprime esa realidad en la consciencia en un estrato básico, emocional. De este modo, el símbolo consigue mover las aguas de la psique.

A lo largo de un análisis es posible observar la evolución de un símbolo a medida que el inconsciente del soñador va desposeyéndolo de sus capas superficiales. En un principio, estas imágenes se presentan bajo el envoltorio de la experiencia personal, con los rasgos propios de los recuerdos. Sin embargo, según se avanza en el análisis y se profundiza en su significado, los símbolos van definiendo sus aristas, descubriéndose como formas arquetípicas, es decir, un núcleo significativo, indivisible, cargado de energía.

Los símbolos, pues, corresponden a estructuras colectivas (no personales) de la psique, y al igual que otras estructuras corporales, son heredadas. Éste es el fundamento del concepto de inconsciente colectivo, creado por Jung. Los símbolos no se forjan conscientemente, sino que se producen en el ámbito de lo inconsciente y terminan revelándose.

Para juzgar cada símbolo de manera imparcial, debe contemplarse individualmente en primera instancia y enriquecer su significado, más adelante, si procede, con sus resonancias colectivas. Las imágenes arquetípicas nunca se presentan aisladas, sino que tienen una relación simultáneamente objetiva y subjetiva en su origen, es decir, una relación interna con la imagen producida y una relación resultante de ese producto.

El contenido de un símbolo nunca puede expresarse de manera racional por completo. Su influencia trasciende el lenguaje, que es el instrumento de la razón. El símbolo puede informar sobre procesos psíquicos y complejos, así como también influir sobre ellos. Su parte racional podemos deducirla conscientemente, pero su parte irracional, sólo representárnosla. De ahí que un símbolo exprese siempre la totalidad de la psique del soñador −su parte consciente y la inconsciente− y todas sus funciones. Por eso es importante que el intérprete pida al soñador que reproduzca, no sólo oralmente y por escrito, sino con descripciones concretas, las formas, los colores y demás atributos de los elementos del sueño, que les confieren así un significado particular individual.

Principios fundamentales del análisis de los sueños

En la interpretación de sueños, la situación analítica posee cuatro aspectos principales:

a) El soñador, mediante su testimonio, ubica la imagen en la consciencia.
b) Los sueños de éste proporcionan al intérprete la imagen compensadora del inconsciente.
c) La proyección que el soñador ejerce sobre el intérprete, en la que éste aparece como algo opuesto, añade a los dos aspectos subjetivos anteriores un matiz objetivo.
d) El manejo de los materiales de los tres apartados anteriores junto a las amplificaciones y explicaciones esgrimidas por el intérprete completan el espectro psicológico del soñador, que habitualmente contrastará con el punto de vista de la personalidad del yo.

Al igual que Freud y Adler, también Jung juzga forzoso hacer conscientes los conflictos y mantenerlos en la superficie de la consciencia. Sin embargo, el psiquiatra suizo se desvía del camino marcado por sus predecesores al abordar los conflictos en su significación actual, restando importancia a la que tuvieron en el momento de su origen. Cada situación vital y cada edad necesitan una solución exclusiva. Por ejemplo, el modo como un hombre maduro se enfrenta a un complejo con los padres será muy distinto a como lo hará un individuo joven, aunque para ambos el complejo se produjera en la infancia.

Jung aplica un método finalista, su enfoque se dirige en todo momento hacia la totalidad de lo psíquico, de ahí que el conflicto más limitado sea relacionado con lo psíquico total. Las asociaciones que el soñador realiza posteriormente se consideran no con relación a su origen, sino con su dirección finalista. Mediante el trabajo analítico, se estimula el trasvase a la consciencia de materiales desde el inconsciente al mismo tiempo que se enriquece la psique con nuevos cauces de significado que aumentan los caudales psíquicos del soñador hasta desvelar el mapa de su psique.

Imagen de portada: ‘El puente japonés’, de Claude Monet (1896).

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