El significado de los sueños: tipos en función de su origen

«Uno no sueña, sino que es soñado.
Nosotros ‘experimentamos’ el sueño, nosotros somos el objeto»
Carl G. Jung, Kindertraumseminar, 1938-1939

Para Carl G. Jung, la vía más eficaz para desentrañar el mecanismo y los materiales del inconsciente es el sueño, conformado por elementos conscientes e inconscientes, conocidos y desconocidos, que se mezclan de maneras muy diversas, desde los denominados «restos diurnos» hasta los contenidos inconscientes más profundos. El orden en que se producen durante el sueño no obedece a motivos causales ni espaciales o temporales. Su lenguaje es antiguo, simbólico, prelógico, de manera que es necesario encontrar una clave para descifrarlo.

Jung presta gran atención al sueño. Para él, no se trata de un camino que conduce al inconsciente, sino de una función con la que el inconsciente muestra su «actividad reguladora». El concepto de «compensación» es el único capaz de comprender, con pleno sentido, la totalidad de comportamientos del sueño. No debe confundirse con la «completación», pues la «compensación» no añade, sino que ajusta, corrige.

Los contenidos inconscientes son siempre polisémicos, y su sentido depende no sólo de la circunstancia en que surgen, sino de la situación vital y espiritual del soñador. En ocasiones, los sueños van más allá de los problemas del sujeto y expresan inquietudes que en la Historia de la humanidad se han repetido sin cesar.

La interpretación del sueño es siempre cosa de dos: terapeuta y paciente. Ayudándose de la discusión, de la elaboración del material soñado, del contexto vital del sujeto y de las asociaciones que proporcionan tanto paciente como terapeuta, el paciente es quien en última instancia decide la interpretación. Es indispensable que en el paciente se produzca una vivencia real para que las conclusiones resulten válidas, de lo contrario el próximo sueño reincidirá en los mismos motivos, y esto seguirá sucediendo mientras el paciente no integre su significado personalmente.

Existe el peligro de que sea el terapeuta quien sugestione al paciente del significado oculto del sueño, pero el inconsciente posee un grado elevado de independencia. De no ser así, no podría desempeñar su función compensadora de la consciencia. Ésta puede ser adiestrada, como está demostrado, no así el inconsciente.

El sueño no puede explicarse en términos manejados por la consciencia, no depende de la voluntad ni de propósitos conscientes del yo. Se trata de un accidente inintencionado, como todo lo que sucede en la naturaleza, cuyo propósito es desconocido para nuestra consciencia. Si lográsemos recopilar una lista completa de nuestros sueños, veríamos que el conjunto describe una línea determinada. El sueño es, pues, un fenómeno psíquico natural y autónomo, posee lenguaje y leyes propios a los cuales no podemos aproximarnos como sujeto, sino como objeto. El sueño se nos impone mientras dormimos. Somos marionetas del inconsciente.

El origen de los contenidos del sueño

La raíz que produce un determinado sueño puede ser de cuatro clases:

1. Contenidos conscientes: impresiones de la víspera, restos diurnos.

2. Contenidos constelados del inconsciente, provocados por:
       • Contenidos conscientes.
       • Procesos espontáneos inconscientes.
               * Origen somático.
               * Acontecimientos físicos o psíquicos ocurridos en el mundo circundante.
               * Sucesos pretéritos (suceso histórico) o futuros (premonición).

3. Contenidos primitivamente conscientes, pero que ya no lo son (fragmentos incomprensibles).

4. Contenidos inconscientes.

El sueño nunca es una mera repetición de experiencias o acontecimientos previos −salvo sueños provocados por traumas psíquicos, como, por ejemplo, en la guerra−, incluso en los casos en que nos parece reconocer esos episodios.

Tipos de sueños

En función de su origen −clasificado en el apartado anterior−, el significado de los sueños puede reducirse a los cuatro casos siguientes:

1. Contenidos conscientes. A una determinada situación consciente sigue un sueño como reacción del inconsciente, el cual, alude con claridad a impresiones diurnas, con tal evidencia, que este sueño nunca se hubiera producidos de no haber tenido lugar las vivencias de la víspera.

2. Contenidos constelados del inconsciente. El sueño no obedece a una determinada situación consciente, aunque en cierta forma lo haya provocado, sino a causa de una espontaneidad del inconsciente que añade material a la situación consciente, pero el resultado es tan diferente de la primera, que surge un conflicto entre ambas. Mientras que en el caso 1 el declive va de la parte consciente, en este caso se hallan las dos en equilibrio.

3. Contenidos primitivamente conscientes, pero que ya no lo son. La posición contraria al caso anterior: la del inconsciente es más fuerte que la posición consciente, por lo que se produce un declive que va del inconsciente a la consciencia. En este caso ocurren aquellos sueños tan significativos que pueden modificar totalmente una actitud consciente e incluso invertirla.

4. Contenidos inconscientes. En este caso, toda la actividad y la significación radican exclusivamente en el inconsciente, provocando los sueños más peculiares y de más compleja interpretación. Sin embargo, su contenido es el más importante: representa procesos inconscientes que en general no permiten reconocer relación alguna con la consciencia. El soñador se extraña y no encuentra ninguna conexión con lo descrito en el sueño. Con frecuencia, estos sueños poseen un carácter dominador y enigmático por su condición arquetípica. Estos sueños se manifiestan a menudo antes de la aparición de enfermedades mentales o neurosis graves.

Hay quien piensa que cuantos más sueños arquetípicos se tengan tanto mejor, y, en la mayor parte de las ocasiones, se equivocan. Su acumulación revela movimientos tectónicos del inconsciente y se recomienda un análisis cuidadoso. Tan beneficioso puede ser un sueño arquetípico, correctamente entendido e integrado en su justo momento, como peligroso cuando el yo del soñador es demasiado débil e impermeable a la interpretación.

Imagen de portada: ‘El sueño del artista’, de John Anster Christian Fitzgerald (1857).

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